Portugal es aún uno de los tesoros escondidos de Europa, cuenta con todo eso que nos encanta del viejo continente, castillos medievales, ciudades con siglos de historia, calles con adoquines y curvas para perderse la tarde entera entre cafés, restaurantes y gente amable. Lo mejor de todo, todavía no está tan lleno de turistas como sus vecinos. A continuación una lista con las razones por las que amo Portugal:
1. Paisajes increíbles
Portugal goza de una larga costa bañada por el Océano Atlántico, el mismo que recorrieron los primeros descubridores del mundo cuando zarparon de los puertos de Lisboa en el siglo XV. Hoy estos puertos, reciben a miles de fanáticos de la playas de arenas blancas y aguas turquesas, así como también a los fanáticos del surf, windsurf, u otros deportes acuáticos. Por el otro lado está el valle, perfilado por una pequeña sierra llena de verdes bosques y una vegetación exuberante. Para quienes les guste la nieve o para los fanáticos del ski o los deportes de invierno, está la Serra da Estrela, donde se encuentra el único Ski Resort del país. Las ciudades de Portugal también conforman paisajes destacables, sobre todo los puertos de Lisboa y Oporto, recorriendo sus cerros se pueden obtener vistas privilegiadas de los ríos que las rodean y del mar.
2. Comida exquisita
Posiblemente la más barata y la mejor de toda Europa, para mi gusto. Cada zona tienes sus preparaciones específicas, por lo que vale la pena un tour degustando las delicias portuguesas. Destaca su afición a los dulces y pasteles. Conocidos por su afición al dulce, cuando por primera vez trajeron el café desde el territorio americano, resultó difícil venderlo a aquellos paladares reacios al sabor amargo, por lo mismo inventaron el Bica, pequeña taza de café, colmada hasta la mitad con azúcar. Hasta el día de hoy es lo más vendido en bares y cafeterías. Por otro lado, la joya de la corona de la repostería portuguesa es el Pastel de nata, se encuentran en todo el país, pero la receta oficial la tiene la pastelería donde fueron creados, ubicada en el distrito de Belén, a 15 minutos del centro de Lisboa, es una parada obligada para los peregrinos que visitan la torre de Belén, el monasterio de los Dos Jerónimos y el monumento de los grandes aventureros, que se encuentran en el mismo barrio. Otro clásico de la gastronomía portuguesa es la Francesinha, sandwich que nació en Oporto, va acompañado de papas fritas, huevo y una exquisita salsa.
3. Barato
Una grata sorpresa al llegar a la capital de Portugal fue darnos cuenta que podíamos comer y trasladarnos sin sentir que nuestro dinero se esfumaba. El pasaje puede que sea el más barato del continente (con excepción de Grecia). Lisboa es una ciudad grande y los lugares de interés pueden estar bastante alejados unos de otros. Por esto recomiendo un ticket diario de 6 euros, que te permitirá tomar bus, tram, metro y trenes durante 24 horas y sin límite de viajes. Por otro lado, la comida también se puede encontrar a precios muy convenientes. Sobre todo porque las porciones son tan generosas que se pueden compartir entre dos personas o comer mucho una vez al día, y ahorrar dinero en la siguiente comida.
4. Gente encantadora
Quizá la cualidad definitiva que hace que nos enamoremos de cualquier país, es su gente y Portugal es un claro ejemplo de esta teoría. Acogedores por naturaleza, los portugueses te harán sentir en casa inmediatamente. Son muy generosos con su tiempo, siempre responderán con dedicación cuando tengas que preguntar por alguna dirección o cualquier dato, también les gusta hablar sobre su cultura, con un poco de pesimismo, ya que se consideran un país siempre en crisis, pero al mismo tiempo, les encanta. Son muy curiosos sobre otras lugares, les encanta preguntar de dónde vienes y cómo lo has pasado en su país. Si solo hablas español, no hay problema, ellos lo entienden perfectamente y si les pides que hablen lento, seguro podrás tener una conversación que no olvidarás.
5. Siglos de historia
Tal vez por el currículum que tenemos en las escuelas de Chile, generalmente nos familiarizamos más con la historia de España, de Alemania o Inglaterra cuando nos toca estudiar sobre la revolución industrial o sobre las guerras mundiales. Lo cierto es que Portugal queda un poco relegado de la historia universal injustamente, ya que también jugó un papel esencial en la historia del mundo. Junto a España, fue el país protagonista en la era de los descubrimientos. Incluso, algunos consideran que si no fuera por los estudios e investigaciones realizadas por el Rey de Portugal, Enrique el Navegante, los viajes exploratorios habrían comenzado mucho más tarde o quizá nunca se habrían realizado. Esta historia se puede apreciar al caminar por las calles de las ciudades portuguesas, salpicadas de majestuosas construcciones, como castillos medievales, palacios con impresionantes jardines y parques como los que se encuentran en Sintra, hogar de la antigua monarquía portuguesa, o los clásicos monasterios e iglesias renacentistas y barrocas. Todas ellas de un interés histórico invaluable.
6. Cuna del fado
Expresión musical propia portuguesa, a pesar de que hay muchos investigadores que han tratado de dilucidar su origen, aún no hay claridad. Algunos dicen que nació en los barrios musulmanes a los pies del Cerro San Jorge, otros dicen que nació en el mar, inspirado por la soledad, la nostalgia y el balanceo de los barcos en el agua. Como sea, el canto y música del Fado son una oda a la tristeza y a la melancolía, está plagado de sentimiento y son frecuentes los gemidos de dolor expresados por sus cantante. "El fado no es alegre ni triste. Formó el alma portuguesa cuando no existía y deseaba todo sin tener fuerza para desearlo. El fado es la fatiga del alma fuerte, el mirar de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y que también le abandonó", así describió Fernando Pessoa, célebre escritor portugués, la experiencia del Fado. Los mejores lugares para escuchar y emocionarse con esta música son los barrios de Alfama, Barrio Alto o Lapa.
7. Artes y artesanía
Dos cosas me sorprendieron cuando comencé a recorrer las calles de las ciudades portuguesas. Primero fue la artesanía en corcho, cortiça en portugués. Los hábiles artesanos y fabricantes portugueses han hecho de todo en corcho. Personalmente me enamoré de los zapatos y billeteras, pero también se pueden encontrar relojes, postales, carteras, sombreros, corbatas, sandalias y un sin fin de pequeños recuerdos para llevar contigo. Lo segundo que se robó mi corazón fue el arte de los azulejos utilizado en la arquitectura del país desde el siglo XV, todavía embellece las paredes de iglesias, estaciones de tren y un sinfín de edificios en todos lados. Para conocer más sobre este arte urbano, que pertenece al patrimonio cultural y arquitectónico de Portugal, recomiendo visitar el Museo Nacional de Azulejo de Lisboa, sin duda será un paseo lleno de poesía.