Ya iba bajando del norte de Perú regreso a Chile, el dinero escaseaba y el cansancio ya agotaba. Con mi compañero decidimos fraccionar en dos tramos ese largo viaje de 20 horas desde el norte hasta Lima. Así fue como llegamos a Trujillo, una hermosa ciudad de Perú que poseía un estilo colonial en su arquitectura, un agrado para la vista. Por la tarde conversando con viajeros de por ahí nos dijeron que a 20 minutos en taxi desde el centro de Trujillo se encontraba la costa y había una playa llamada Huanchaco. Hicimos caso a las recomendaciones y con mochila al hombro partimos.
En el trayecto a Huanchaco el taxista nos iba contando una cantidad de cosas por minutos, de las cuales tengo el fiel recuerdo de haber pasado por fuera Chan Chan, la ciudad precolombina de barro mas grande y antigua de América Latina, el taxista nos recomendó visitarla, nosotros asentimos sabiendo por dentro que en esta oportunidad no sería posible.
Al llegar a Huanchaco el taxista nos dejó en el borde costero, la playa era extensa y hermosa, había un sector lleno de palmeras, un muelle e incrustados en la arena se encontraban muchísimos caballitos de totora que son las balsas y elementos representativos de la cultura del lugar. De hecho tuve el privilegio de ver como armaban una y también las arrendaban para dar paseos por el mar, obviamente es privilegio no lo pude tener porque había que pagar.
Nos alojamos por 15 soles ($3000) en una hostal justo frente al muelle, se llamaba Sudamérica, decidimos por esa porque se veía muy relajada y percibimos altiro esa buena onda que te hace querer viajar de por vida. Por el momento la hostal se encontraba a cargo de un grupo de argentinos que habían ido por unas semanas y ya llevaban meses allá si sientes lo que es Huanchaco entenderás porque estos argentinos no pudieron moverse de ahí.
Comimos por 10 soles($2000) esos clásicos y exquisitos menú que se repiten por grande parte de Perú, una entrada de ceviche y el fondo no recuerdo pero sé que era rico por que la gastronomía peruana es la mejor. Por la tarde caminamos un poco en busca de un lugar para tomar unas cervezas, pero en todos los lugares era un tanto caro para nuestro escaso presupuesto, hasta que caminando por callecitas del pueblo llegamos a una donde se ofrecían almuerzos en algunas casas, preguntamos por si acaso si vendían cervezas y nos dijeron que si, así que muy bien nos instalamos ahí en unas mesitas que tenía afuera la dueña de casa y estuvimos un buen rato conversando con ella, de la vida en Chile y en Perú y nos contó que había sido allí donde se había inventado el famoso ceviche .
Por la noche sacamos la guitarra y el ukelele en la hostal, el intercambio cultural fortalecía mis ansias de seguir viajando mientras todos cantábamos a coro “I wish you where here” de Pink Floid.
Huanchaco me albergo solo por una noche, y pensar que quizás nunca hubiera llegado a ese lugar. Fue una de las sorpresas del largo viaje, un recuerdo que siento con nostalgia por haber faltado tanto por conocer pero con alegría y ansias porque sé que tengo una deuda de volver.