El solo llegar al Archipiélago Juan Fernández fue para mí una odisea, debido a lo mitológico de su clima, cuyos vientos y lluvias son capaces de variar en apenas unos minutos, por lo que es sumamente necesario invertir en servicios de viaje cuyo arribo haya sido comprobado, como Naviera Iorana, que desde Valparaíso navega durante alrededor de 30 horas; o Aerolíneas ATA, que demora hora y media desde el Aeródromo de Tobalaba, en Santiago; ambos servicios sujetos a las condiciones atmosféricas.
Debido al miedo provocado por la tormenta que derribó al avión donde viajaba Felipe Camiroaga, decidí ir por mar, pero apenas divisé la silueta de Isla Robinson Crusoe bañada por Bahía Cumberland, desapareció todo el miedo y me entregué a la belleza desbordante de la tierra que acogió a Alexander Selkirk, el navegante abandonado por un buque durante cinco años, cuya historia llegó a oídos del escritor inglés Daniel Defoe quien inmortalizó la hazaña del más famoso de los náufragos.
Uno de los detalles que más me llamó más la atención fue, según la leyenda, que Selkirk tuvo que leer varias veces la Biblia en voz alta para no olvidar cómo era hablar, lo que me pareció una exageración, pero una vez internada en la montaña, las únicos sonidos que escuché, similares a los de las personas, fueron los gritos de los centenares de lobos de dos pelos, únicos en el mundo, que resguardan la costa.
Así de ruda es la soledad en el Parque Nacional y Reserva Mundial de la Biósfera, donde el canto de los Picaflores de Juan Fernández y Rayaditos de Más Afuera, ambas especies en peligro de extinción, acompañan a los caminantes a través de la montaña donde contrasta la tierra a veces amarilla, otras veces roja, con el azul inmaculado del Océano Pacífico y el verde sin tregua de gigantescas enredaderas y helechos bajo los cuales hay que curvar la espalda.
Por ello, después de seis horas de caminata volví a Bahía Cumberland a recuperar energías con un exquisito ceviche de vidriola y cangrejo dorado, además de las famosísimas langostas, acompañadas de Cerveza Archipiélago, hecha con agua virgen. La cuenta no salió más de $6.000 y el bajativo estuvo marcado de historia en las cuevas donde, después del Desastre de Rancagua, en 1814, fueron confinados los patriotas que lucharon por la independencia de Chile.
Finalmente, para soñar con los ojos cerrados, un buen lugar es el Refugio Náutico Eco Lodge, frente al mar, donde hay piezas simples y dobles con baños privados y, el plus, es que dentro del paquete va incluido el equipo para la caminata.