Laguna Verde: el paraíso cordillerano de la Tercera Región

María Pulgar Jan 17, 2017

Solemos creer que la magia cordillerana y desértica se encuentra solo en la segunda región de Chile y se vincula inmediatamente con San Pedro de Atacama, sin embargo, hay un rincón de la Tercera Región del país que guarda una verdadera joya de la naturaleza a 4500 metros de altura.

Viajar a Laguna Verde te hace comprender que en cada pedazo de este suelo alargado que es el chileno, hay un lugar por explorar y disfrutar, pero que sin embargo no se aprovechan por desconocimiento o por pensar que todo está fuera del país.

Laguna Verde queda a unos 40 minutos del paso fronterizo San Francisco, ubicado en la región de Atacama y a ella se puede llegar por dos vías principales. Una de ellas es el acceso por la ciudad de Copiapó y el otro por la ciudad de El Salvador, más al norte. A ambas ciudades puedes llegar tanto por avión como por tierra, ya sea en bus o automóvil desde Santiago que es la capital

El mejor camino para viajar a Laguna Verde es el que se ubica cercano a la capital regional, pues el que se encuentra en el mineral de Codelco cuenta con partes menos pavimentadas. Ahora, si cuentas con un vehículo doble terreno o también conocido como 4x4, descubrirás lugares como el Salar de Pedernales, Maricunga, la planta La Ola y el Nevado Tres Cruces.

En la ruta se podrá divisar la fauna del sector, así como observar los rastros que dejó el aluvión que afectó a la zona en el 2015 y que a su paso se llevó kilómetros de líneas del tren, las que ahora lucen como chatarra desperdigada en la inmensidad del desierto.

A medida que se va subiendo más y más por sobre el nivel del mar, algunos comienzan a sentir el efecto de la puna o el mal de altura, de modo que es bienvenido siempre el famoso té de hoja de coca. El dolor de cabeza se deja sentir pero las diversas formas que van tomando las quebradas rocosas, se transforman en un remedio natural cuya cura definitiva es ver asomarse, tras unas cuatro horas de viaje, una inmensa laguna de agua verde que parece ser un pedazo de cielo que se junta con el suelo. Además, entre la multitud de Laguna Verde se acompaña de su imponente vecino: el Volcán Ojos del Salado.

En Laguna Verde encontrarás una pequeña casa donde que habitan los cuidadores de la zona y una serie de pequeñas paredes de piedra que sirven para que las carpas y los visitantes se resguarden del intenso viento.

La mayor parte de estas personas que visitan el lugar, se encuentran en proceso de aclimatación para luego poder ascender al volcán; mientras que los demás son turistas europeos que viven el sueño de recorrer el mundo en una casa rodante.

En las cercanías de la laguna además uno se encuentra con unas termas grandiosas que con sus aguas calientes, permiten a cualquiera que las visite, sanarse del abrumador peso de la rutina de la gran ciudad. Encontrarse ahí da la sensación de estar en un colchón de relajo del que nunca quisieras salir.

Sus aguas verdes llenas de minerales conforman en la orilla de la laguna, escaleras de sal esculpidas claramente por el oleaje constante y a lo lejos, cuando uno consigue levantar la vista, se deja ver el camino internacional hacia el norte argentino, desapareciendo entre los cerros.

La zona es muy poco visitada turísticamente, por lo que todavía es muy agradable viajar al lugar y el hecho de que no existan señales de telefonía, convierten a Laguna Verde en un sitio al que querrás volver una y otra vez.

Ahora, no hay que dejar pasar que, tal como los cuidadores del lugar me indicaron, la mejor época para acudir es cuando finaliza el otoño y también en primavera, ya que en el verano el clima se enrarece debido a la presencia del invierno altiplánico, y las lluvias podrían causarnos más de un inconveniente. Eso sí, en caso de cualquier emergencia, existe un refugio en la aduana chilena, donde se encuentran los Carabineros de Chile de turno (especialidad de montaña) y a quienes debes avisarles tu hora de llegada sí o sí.

Viajar a Laguna Verde sin duda ha sido una de las sorpresas más bellas, sobre todo porque su inmerecida soledad turística te hacen sentir de una forma única.