Como un país pequeñito, Costa Rica siempre ha llamado la atención de los turistas y viajeros por su exuberante vegetación y activos volcanes. Con una población que rodea los 5 millones de habitantes, su mayor atractivo son paisajes paradisíacos, conjugados con una serie de factores que hacen que cualquier estancia -ya sea de negocios o de placer- sea inolvidable.
Visité el país hace un par de años atrás durante los meses de lluvia en mayo y junio y, a pesar de que el aguacero me recordaba por qué habían escogido esas locaciones para grabar la primera película de Jurassic Park, disfruté mucho de lugares urbanos como San José (capital) y de playas asombrosas como las del Coco y Nacascolo, ambas ubicadas dentro de la provincia de Guanacaste.
Mi recomendación es no perderse este destino, armando la maleta si se tiene oportunidad. Eso sí, no está demás visitar durante lo que llaman "temporada seca" (sin lluvias), simplemente porque dispondrás de más actividades que no se suspenden por clima. No obstante, si de todas maneras se va con tiempos menos favorables, estas son las razones que vale la pena tener en mente:
1. Una mezcla maravillosa de selva y ciudad
Una Centroamérica exótica es lo que se podrá encontrar al visitar este país, donde las cantidades de agua caída son tantas que es imposible detener el crecimiento de la vegetación. Así, se podrá conocer no solo una biodiversidad enorme en lo que respecta a lo botánico, sino también convivir con especies como monos aulladores, lagartijas de brillantes colores, el trino de numerosas aves e insectos del porte de la palma de la mano. Todo ello sin necesidad de asistir a un zoológico especializado, sino simplemente dirigiéndose hacia áreas de vegetación más densa como los alrededores de la ciudad o al borde de la carretera.
2. Distancias cortas
Nuevamente, el tamaño del territorio juega a favor de los que viajen un tanto apretados por el calendario. Si se animan a alquilar un vehículo, el país puede recorrerse fácilmente en cuestión de semanas, empezando -por ejemplo- por la costa Este para terminar en la Oeste (recomiendo no perderse las playas). Si bien las carreteras están en permanente mantención (de nuevo, considerar los efectos de la lluvia en los trabajos), por lo general son expeditas y es difícil perderse en ellas. Basta con armarse de un GPS.
3. Playas, playas y más playas
Aguas turquesas, tibias, de arenas blancas y rodeadas por palmeras que parecen reverenciar al sol. Atardeceres sacados de postales, silencio interrumpido solo por el aullido lejano de un mono y por donde se mire paisajes que contrastan tonos de azul y verde. Esto es lo que se encuentra al visitar las costas de este lugar que, mal que mal, probablemente obtuvo su nombre gracias a esta abundancia de belleza.
4. Café, el "grano de oro"
Si eres un amante de la cafeína este es tu lugar. Junto con el banano, el café es una de las producciones agrícolas que se da en mayor cantidad en Costa Rica, al punto en que incluso al cruzar ciertos barrios de la capital se pueden notar las plantaciones de este aromático árbol. Personalmente, mi favorito era el orgánico molido de la marca Britt, el cual tiene la particular característica de haber crecido bajo sombra. Basta con agregarle unas lágrimas de leche y al menos yo ya tengo el comienzo perfecto para mi mañana.
5. Frutas del tamaño de mi cabeza
pocas veces en mi vida había visto frutas tan grandes como cuando recorrí las ferias agrícolas, donde granjeros locales vendían guanábanas que parecían huevos de dragón, cañas de azúcar para niños golosos y pequeños "mamones", unas frutas redondas y pequeñas de carne blanca y muy dulce sabor. Sin lugar a dudas, nuevamente gracias a la lluvia, uno puede esperar maravillarse del crecimiento no sólo de la comida sino también del estómago al consumirla.
6. Amabilidad en el trato
como chilena no dejé de agradecer la simpatía de los locales, quienes siempre estuvieron dispuestos a contestar con una sonrisa mi petición por indicaciones o a explicarme dónde conseguir tal o cual cosa. La verdad es que la calidez que se encuentra más al norte de nuestro continente no es ningún mito y resulta contagiosa al punto en que incluso quedé con el acento un poco pegado.
7. Precios razonables
La moneda local, el Colón, tiene un valor casi idéntico al del peso chileno, por lo que para mí resultaron bastante normales los precios, considerando también que la mayor parte de mi estancia la pasé entre la capital y playas turísticas. Obviamente, si la travesía ocurre en meses sin lluvia -considerados de temporada alta- es posible encontrarse con un alza; no obstante, la mayoría de los lugares turísticos tienen alternativas más económicas. Para ello recomiendo hacerse de antemano de un itinerario con los sitios a visitar, acompañado de sugerencias obtenidas de páginas web como TripAdvisor, donde los mismos turistas dan tips bastante útiles para alojamiento y comida.
En general, esta tierra me pareció mágica y de un encanto inigualable. La calidez de su gente, una gastronomía que combina sabores que recuerdan a Colombia y México, además de la posibilidad de conectarse realmente con la naturaleza; todos estos elementos hacen que quiera volver apenas pueda, absorbiendo cada minuto al máximo.