Generalmente todos los años voy al festival de los Mil tambores que se realiza casi siempre en el mes de octubre en Valparaiso pero en el año de esta foto fue particularmente especial. Recuerdo haber llegado a eso de las 10 de la mañana con mi cámara en mano a seguir a los múltiples bailarines que te sonríen con tal gracia que te dan ganas de ponerte a bailar ahí mismo con ellos, de hecho mucha gente lo hace y nadie podría llegar a decirles nada porque empatizamos con esa sensación también. Las diferencias culturales que vi eran múltiples, por un lado una mujer baila algo parecido a la cumbia, por otro una señora se mueve al ritmo de la samba y en otro rincón unos chicos saltan al ritmo de la diablada. Uno pensaría que se va a encontrar con jóvenes radiantes bailando de lado a lado pero no es tan así, vi señoras de hasta 80 años bailando alegremente y con mucha energía hermosamente pintadas y vestidas para la ocasión lo que me hizo sentir bastante mal por no bailar constantemente aunque sea sola. Por otro lado lo que más me llamo la atención fue encontrarme con personas tan pero tan diversas, con colores de piel distintos, ojos rasgados de diferentes tamaños y colores, vestimentas diferentes y bailes de todos los estilos.
Al final de la jornada lamentablemente me quedé sin bus para volverme a Santiago con mis amigos, así que decidimos quedarnos hasta las 6 de la mañana (única hora a la que pudimos “cambiar” otros pasajes que habíamos compramos para más tarde) en un restaurant en donde a las 4AM ya nos habían regalado dos porciones de papas fritas y micheladas. Los dueños del local nos contaban que siempre más de alguno después del festival quedaba tirado, lo bueno es que no éramos los únicos e incluso otros con peor suerte tuvieron que quedarse con el frio de octubre duermiendo en alguna de las múltiples plazas que existen en la ciudad.
Cuando finalmente llegue a casa y miré las fotos si les preguntara de que país vendría la persona a la que fotografíe no podrían decirme exactamente de cual, los colores, los rasgos, las expresiones no hacían más que recordarme la diversidad que existe en el mundo, que todos somos especialmente diferentes entre sí y que ese día yo además había modificado completamente mi rutina por haber vivido sin tantas preparaciones, estructuras y ataduras, dándome cuenta que la vida es como un día dentro de los mil tambores. Tomas un rol en esta vida y lo cumples mientras vas viendo que sucede en el camino siempre colocando la mejor de las caras a la cámara sin perder nunca el ritmo.