¡Lee la primera parte de esta aventura!
Cuando me fui de Punta del Este me encontré en el camino con La Pedrera y La Paloma, pueblos acogedores, que en el verano reciben varios turistas, pero locales. Decidí alojar en Valizas, que es mucho más chico y lo puedes recorrer caminando, con un estilo más hippie y relajado. En este lugar me hospedé en el Hostel Déjà vu , una gran elección, ya que Facu, el dueño del hostel, nos cocinaba al terminar o comenzar la jornada y nos contaba entretenidas historias, en un ambiente muy familiar.
Uno de las actividades que más se realiza en Valizas es ir caminando o a caballo por las dunas hasta Cabo Polonio, que es uno de los pueblos más hippies que conocí jamás: no tiene agua caliente, ni electricidad, ni menos Internet. Ideal para desconectarse por completo. Y por lo mismo, muchos turistas llegan a este lugar, ya que buscan algo distinto en sus vacaciones y se relajan totalmente. En la noche se arman grupos, fogatas y luego hay un silencio absoluto. Hay casas que arriendan habitaciones y algunas cabañas, por lo que te puedes quedar los días que quieras en ese bonito lugar, aunque debes ver el tema de los camiones, ya que solo a través de ellos puedes llegar desde la carretera o caminando varias horas como mencioné anteriormente. Igual el camino no es tan terrible, porque vas por la naturaleza y siempre ves el Faro de Cabo Polonio, que te ayudará a encontrar este pueblo escondido.
Al despedirme de este hermoso pueblo, hice dedo (las distancias no son largas en Uruguay) y llegué a Punta del Diablo, un lugar con mucha onda, diversión y también turistas, pero muy distinto a Punta del Este. Hay varios surfistas, hippies y una gran variedad de hosteles, yo me quedé en "La casa de las boyas", que tenía una gran vista, piscina y donde conocí a puros viajeros con muy buena onda.
Me quede varios días en ese lugar y un día fui temprano a Santa Teresa, que es una Fortaleza, ubicada en un Parque Nacional increíble, donde en 3.000 hectáreas podrás ver animales que están como en un zoológico, lugares para acampar, playas y cientos de diferentes tipos de árboles y plantas, un muy buen panorama si te gusta la naturaleza.
Y el último pueblo que queda en esta costa es Chuy, cuya gracia es que tiene una avenida en que una calle es uruguaya y la otra es brasileña, por lo que al ser una ciudad fronteriza hay artículos que no tienen impuestos y todo sale más barato, panorama perfecto para hacer compras y llevar regalos.
Para finalizar, les cuento que las distancias entre cada pueblo son chicas, menos de 2 horas en bus, por lo que pueden hacer dedo y ahorrar un poco de dinero, ya que hay algunos productos y servicios uruguayos que son más caros que Chile incluso, pero los paisajes y la gente motivan a hacer esta gran travesía y disfrutar de un gran viaje junto al Océano Atlántico de fondo.