Como les contaba en el artículo anterior, habíamos decidido dar una larga vuelta por Argentina, Bolivia y Chile. Nuestro primer tramo (desde Buenos Aires a la Quiaca) había tenido como elemento común las altas temperaturas, tanto es así que aún hoy recuerdo esa sensación extrema de calor que experimenté en Tucumán.
Pero el calor pronto dio paso a la altura, aunque la sensación de puna la tendríamos reservada para un par de horas más adelante o mejor dicho, a varios metros por sobre el nivel del mar.
La Argentina profunda
Caemos una y otra vez en creer que los argentinos son los porteños. Sin embargo, Argentina es mucho más que eso y en sus provincias se respira aire latinoamericano. El norte de este país que limita con Bolivia, tiene un fuerte contenido indígena y la impronta del altiplano está presente en los rostros y en los colores que te acompañan en el viaje.
Por eso cuando uno llega a la cuidad de la Quiaca y que limita con Villazón, lo que te encuentras es un mismo pueblo, y lo único que te advierte la diferencia de cruzar a un país u otro es una frontera/puente.
Imagen CC Leandro Kibisz
Crucé con el temor propio de quien lo ha hecho en Chile, donde cruzar la frontera es estresante siempre. Acá la frontera era un pequeño trámite que me sorprendió incluso para los mochileros y personas que cargan grandes bolsos. Una vez ya en Villazón pude cambiar plata y comenzar a funcionar con la moneda local, fue por lo mismo que decidí aventurarme en la compra de pasajes para el tren que une esta ciudad con Oruro ubicada a 3700 metros sobre el nivel del mar.
Hay que recalcar que en periodo de vacaciones el servicio de ferrocarriles que realiza este tramo se ve saturado, así que la mejor forma es contar con tiempo para esperar un posible desfase con la compra de boletos. Dicho de otra forma, el tren casi siempre tiene vendido la totalidad de sus boletos así que hay que considerar un tiempo extra para hacer coincidir y programar tu fecha de salida de Villazón.
Muchos turistas aprovechan ese tiempo muerto para recorrer las localidades cercanas a estas ciudades fronterizas. En la Quiaca existe un servicio turístico que te permite recorrer localidades como Quebrada de Humahuaca, Nazareno, Iruya, el Monumento Natural Laguna Pozuelos. Así que no hay excusa para esperar el próximo tren para realizar este viaje.
El tren
Después de haber pasado casi 30 horas en el tren que une a Buenos Aires con Tucumán y en condiciones ambientales muy agotadoras y con unos asientos no muy amistosos, el servicio de trenes de esta parte de Bolivia parece un viaje de lujo y lo es.
El tren está siendo constantemente limpiado y cuenta con un buen servicio de comidas donde puedes disfrutar desde el tradicional pollo frito y hasta la cerveza boliviana Huari. Así que durante las 14 horas de viaje no tendrás problema en hidratarte o alimentarte.
Este servicio tiene algunas paradas intermedias entre los destinos que visité: ciudades como Tupiza, Atocha y Uyuni ofrecen las más variadas posibilidades de recorridos turísticos que incluyen salares, lagos y montañas. Son en definitiva casi 900 kilómetros de viaje donde te expones a una belleza natural sobrecogedora.
Aunque sales a eso de las 15:00 horas de Villazón, el paisaje del atardecer ayuda a sentir que recorres lugares impensados: cerros derruidos por la erosión de las lluvias, angostos túneles que atraviesan montes, puentes que unen quebradas, caminos que conectan chacras, animales pastando y gente con la tranquilidad del campo que, incluso, se detiene a saludar la pasada del tren.
La noche trae el frio del altiplano, por eso es importante llevar a mano algo para abrigarse, además de contar con algún saco de dormir más cómodo. Un dato: el polvo que se cuela por las ventanas puede ser un problema durante el viaje pero sobre todo en la noche. Yo lo solucioné colocándome un pañuelo en la cara mientras dormía.
Al amanecer, el paisaje te deslumbra con grandes extensiones de lagos y con cientos de aves iniciando su actividad con los primeros rayos de sol que se cuelan en el vagón donde viajo y que de a poco hacen despertar a los demás viajeros, quienes si no despiertan con la luz lo harán con el mozo que ofrece café, comida y yogurt para quienes desean desayunar.
A Oruro la vez a la distancia, entre los flamencos que levantan el vuelo cuando pasa el tren, porque está coronada por una enorme estatua de la Virgen del Socavón que es la más alta en Latinoamérica (45 metros de altura) y que supera por siete metros al Cristo Redentor de Río (Brasil).
Una vez que llegué a Oruro mi camino se volvió más pausado y la altura comenzaba a provocar esa especie de cansancio acompañado por un dolor palpitante en la cabeza. Es el mal de altura, la puna como le decimos nosotros la que me tiene así. Decido esforzarme un poco más hasta llegar al terminal y comprar el pasaje en bus que me llevará a La Paz.