Para mis pasadas vacaciones sabía que el destino era Europa y que llegaría a París. Lo que pasaría después era una incógnita, porque el plan era tomar el auto e ir descubriendo. Así las cosas, este recorrido comienza en Aix-en-Provence, una bonita ciudad del sur de Francia. Aquí se puede pasear por el centro de la ciudad y recorrer sus calles llenas de árboles. Es una ciudad pequeña a la que no dedicamos mucho tiempo, ya que el tiempo se hace escaso cuando hay tanto que conocer.
La siguiente parada fue Cannes, famosa por su playa y por su glamoroso festival de cine. En efecto, Cannes es una ciudad muy de postal, con yates, gente tomando sol en las rocas, otros jugando petanca (juego en base a bolas metálicas que deben lanzarse lo más cerca posible de una bolsa de madera previamente lanzada sobre el suelo), todos muy relajados disfrutando la Riviera francesa. En lo personal, me gustó Cannes, pero disfruté mucho más el siguiente destino: Antibes.
Antibes es una pequeña ciudad, fundada originalmente como colonia griega, en el siglo V, llena de callecitas, mercados, tiendas de productos hechos a base de lavanda, la reina de la región. Antibes me gustó porque es ideal para caminar y aparecer en un pasaje de casas antiguas o en la entrada de un castillo espectacular que data del 1600, y que hoy es el Museo Picasso. Las vistas del Golfo de Antibes son maravillosas y, aunque es una ciudad turística, está lejos de la locura de Cannes, Mónaco y Montecarlo.
Nice fue la siguiente parada, y debo decir que me sorprendió gratamente. Nice es una ciudad hermosa, que se ha preocupado por preservar su arquitectura. A pesar de ser una gran ciudad, la quinta más grande de Francia, conserva un aire a pueblo gracias a su mercado y la parte vieja de la ciudad que, además, conduce a la playa y a la enorme plaza Masséna, junto a sus jardines. Para mí, un imperdible si se viaja a la Costa Azul.
No podíamos visitar la Riviera sin pasar por el Principado de Mónaco y Montecarlo: el lujo, los autos y las tiendas son el sello de esta zona, junto a sus playas y a los cruceros que llegan a diario. Si bien es un territorio muy pequeño, el alto tráfico es insufrible y es una pesadilla andar en auto. A pie, la cosa no mejora, ya que está todo conectado a través de ascensores que aparecen en la mitad de edificios residenciales o de colegios, lo que hacen difícil moverse.
Preparándonos para cruzar a Italia, la última parada fue Menton. Un lugar realmente muy bonito, con edificios y casas de colores entre los cerros, playa y palmeras. Si bien estuvimos sólo algunas horas en Menton, fue todo un descubrimiento, un lugar al que de todas maneras me gustaría volver.