Si bien Cusco podría ser considerado un lugar turístico por sí solo, la mayoría de quienes llegamos al lugar lo hacemos para visitar las misteriosas ruinas de Machu Picchu.
Es por eso que por toda la ciudad busqué la mejor opción para viajar al antiguo poblado incaico. Opciones, habían dos, principalmente. Primero, estaba a posibilidad de ir en bus a Ollantaytambo, un hermoso lugar que por sí mismo representa una bella parada para el mochilero como yo. Desde ese lugar parte el tren que deja en Aguas Calientes, la ciudad turística desde la que se sube a las alturas de Machu Picchu.
Segunda opción, era ir en auto a la Termoeléctrica, un lugar que está a dos horas caminando de Aguas Calientes y que era vendido como un bello trekking por la orilla del río Urubamba.
Claramente, el tren directo era más caro, por lo que, sin dudar, elegí la experiencia más extrema y más conectada con la naturaleza. Jamás pensé en las casi ocho horas de camino en auto que significaba la ruta desde Cusco.
Acantilados que intimidan a cualquiera y curvas que podrían marear hasta a un equilibrista, fueron parte de un paseo que no se puede disfrutar. Es complicado explicar lo lindo del paisaje y lo terrible del paseo. Son horas y horas en una van, con conductores que casi nunca respetan los límites de velocidad y que en ciertas curvas (de una sola vía) doblan sin tener visión de lo que viene del otro lado, y se limitan al poderoso ruido de su bocina para avisar que están pasando por ahí.
Luego, la caminata no es mucho mejor. En sí, podría ser buena, si es que uno no llevase tantas horas dentro de un auto. El paisaje es hermoso y uno llega a cruzar puentes son unos palitos y que debajo llevan un río turbulento.
Una vez que llegas, Aguas Calientes no tiene nada que envidiarle a una ciudad turística del primer mundo. Hoteles cinco estrellas y restaurantes de lujo, forman parte de este bello paisaje, que es la antesala a conocer la obra incaica.
Tienes que dormir temprano. Los buses para subir a Machu Picchu comienzan a salir a las 7 de la mañana. Si eres más atleta que yo, y después de ese trekking del día anterior aún te quedan energías, entonces puedes ir caminando, pero ten en cuenta que la infinidad de escaleras puede volver loco a cualquiera.
Arriba te encontrarás con uno de los lugares más maravillosos del mundo. Ruinas que no sólo transmiten historia, sino que tienen una energía especial. Si quieres saber más de cada uno de los rincones, no escatimes en pagar por un guía turístico, lo agradecerás. Además, si aún tienes toda esa energía juvenil, puedes subir el Huayna Pichu, el pequeño monte frente al Machu Picchu, que se sube a patita (ojo, uno de los mitos que te dicen de entrada en el lugar es que fue un brasileño el que menos se demoró en subir el cerro, con poco más de dos horas. Y fue un ruso el que menos se demoró en bajarlo, dos segundos... no alcanzó ni a gritar. Da para pensarlo)
En definitiva, si vas a Machu Picchu, date el tiempo. No trates de ahorrar el tren, ni el bus de subida. Si quieres ahorrar dinero, ahorra en comprar comida antes de subir al lugar, pero no en los viajes. Y otra cosa, si bien no están a tanta altura, las ruinas incaicas deben ser recorridas de lado a lado, así que despiértate temprano y aprovecha bien tu día. Por último, tienes que saber que cualquier sacrificio valdrá la pena cuando en tu panorámica se encuentre la ciudad misteriosa, con las montañas verdes de fondo. Y cuando estés ahí canta, "Sube a nacer conmigo hermano...".