Argentina en Bicicleta: La Plata, una ciudad que atrapa
Hace un par de meses, después de mucho tiempo me animé a hacer un viaje a Argentina para recorrer La Plata y conocer, arriba de una bici, todos sus atractivos turísticos. Esa semana, el clima no acompañó del todo, me tocaron días grises, con muchas nubes y sobre todo con lluvia y humedad. Pero nada de eso me detuvo a seguir pedaleando. Uno de los primeros lugares que visité fue el Pasaje Dardo Rocha, edificio de gran envergadura arquitectónica y que siempre cuenta con variadas atracciones, en calle 50 y 7. Es una de las paradas obligadas si vienes a pasear. ¿Lo mejor? no te tienes que preocupar de tu bici, ya que hay un bicicletero a la mano que cuenta con vigilancia y a costo cero, solo debes llevar tu candado.
Después de disfrutar de varias exposiciones artísticas allí todas gratuitas, agarré la bicicleta y aceleré por una de las tantas diagonales de la ciudad hacía el famosísimo Bosque platense, ubicado por la zona de 60 y 120, donde me encontré una bella laguna artificial en la que pude pasar una agradable tarde rodeado de desconocidos pero que se mostraron muy amables, tanto que incluso me ofrecieron unos cuantos mates. Hablamos de Chile, las Malvinas, hasta de la final que le ganamos en la Copa América. Todo en muy buena onda, el argentino no es tan conflictivo como lo pintan.
Fue un primer día de pedaleo por las principales calles de la ciudad, gozando de un tránsito expedito y sin mayores problemas con los platenses. También fue un día para conocer lugares simbólicos y hacer nuevos amigos, todo empujado por una pasión, la bicicleta. Pero después de una experiencia tan intensa había que buscar hospedaje, unos chicos en el bosque me habían dado un dato, por lo que tomé la bici y me dirigí a La Plata Hostel, un hostel conocido en la ciudad, ubicado en 50 entre 16 y 17, este sitio tenía los mejores precios, menos de $15.000 pesos la noche y el trato fue fabuloso. De hecho, en ese lugar, compartí con varios extranjeros que andaban recorriendo la ciudad de las diagonales, fue una noche alegre y provechosa, incluso comimos asado, y hablamos de nuestras aventuras arriba de una bici.
El viaje, definitivamente, se estaba dando mejor de lo que podría haber pensado, cada día conocía más gente y me enamoraba de la belleza de la ciudad, de su imponente Catedral por 14 entre 53 y 54, de sus plazas, sus centros culturales, sus ferias comunitarias, de su aceptación por la bici, que era una parte más de La Plata. El viaje comenzaba a terminarse, pero estaba feliz por cada experiencia vivida, está claro que si tuviera que recomendar un lugar para agarrar una bici, sería la ciudad de las diagonales. Por algo vienen tantos extranjeros y luego no se quieren ir, su encanto atrapa.