El Estado Nueva Esparta en Venezuela lo conforman tres Islas que se encuentran en el Oriente Venezolano. Sus nombres son: Margarita, Coche y Cubagüa. La Isla de Margarita es la más grande en extensión y población de las tres. Le sigue La Isla de Coche y luego Cubagüa. Todas con gran relevancia histórica pero sobretodo con una belleza escénica indescriptibles. Quiero centrar la atención en este relato de mi experiencia como ciclista montañero en la Isla de Margarita que es donde vivo. Existen muchas rutas dentro de la Isla y lo más atractivo es que puedo encontrar diversos paisajes y rutas diametralmente diferentes aunque todo se circunscribe en una área relativamente pequeña.
Una de esas rutas es la que llamamos El Maguey. Es una ruta semi-desértica combinada con el mar caribe. Su ubicación es en la Península de Macanao, al Oeste de la Isla y colinda con el Parque Nacional Laguna de La Restinga. La combinación de colores entre los que predominan el rojo terracota del suelo y en el horizonte el azul del mar Caribe nos deja una sensación de grandeza. Los cactus de diferentes tamaños y formas, sus frutos y las "Cotorras Margariteñas" revoloteando nos acompañan durante todo el viaje. Y al final ese Mar Caribe, que te invita a refrescarte al final de la ruta y así disipar el fuerte calor que en este clima tropical nos envuelve.
Muy bien, es un día caluroso del mes de Abril. El grupo de amigos que amamos esta actividad recreativa y deportiva nos ponemos de acuerdo para enfrentarnos a esta dura ruta, que a pesar de que la pueden hacer principiantes, tendrán que esforzarse hasta el último aliento. Al día siguiente muy temprano (6 AM) estamos saliendo de nuestros hogares ya con las bicis dispuestas en los autos para tomar la vía desde Porlamar (la ciudad más poblada e importante de la Isla) hasta la Península de Macanao. Nuestro punto de encuentro? La Estación de Servicios La Restinga, justo antes de pasar el puente que une por tierra a la Isla con la Península. Sólo nos toma 30 minutos llegar. En el lugar de encuentro existe una tienda donde nos abastecemos de algunos bocadillos para la ruta y de agua mineral para quienes desde su casa no hayan cargado. Una vez listos, ya cerca de las 7 AM tomamos la vía hacía lo que se conoce como "La Hacienda Salazar" que queda aproximadamente a 5 KM de la Estación de Servicio. A 300 mts de la entrada de la hacienda, hay un pequeño mirador y una entrada de tierra a mano derecha. Entramos con los autos a la primera y única casa de la señora "Chila"
Chila es una señora que vive en una pequeña casa humilde pero muy amable que siempre se ha ofrecido en cuidar los autos mientras realizamos la ruta. Una vez que dejamos estacionados y seguros los autos, preparamos las bicicletas para enfrentarnos al camino. Ya comienza a sentirse una brisa cargada de olor a mar y a pesar que aún es temprano el sol empieza a calentar la piel. Desde la casa de Chila, se observa la Playa de La Restiga a lo lejos. Es un descenso leve de piedras sueltas. Siento la brisa en mi rostro y puedo alcanzar una buena velocidad. Dejo al resto de los amigos rezagados. El camino parece infinito, sin embargo sé que nos espera un ascenso largo y empinado. Pero no quiero pensar en eso todavía. Quiero disfrutar de la velocidad y del paisaje hermoso que puedo ver.
Rodamos ya casi 3 KM y me detengo a esperar al resto de mis compañeros. Tomo un poco de agua y me empiezo a preparar mentalmente para el reto que nos toca. A nuestra derecha comienza la playa más larga de América. La playa de la Restinga que tiene 22 KM de largo de punta a punta. Pero ese no es nuestro destino, el nuestro es hacia el Maguey, hacia la izquierda. Una montaña se antepone en nuestra ruta. La ruta para sortearla es un camino de tierra en espiral. Un ascenso constante y largo, que en algunos tramos es un poco más de 30 grados de inclinación. Comienza la lucha. La constancia. Me enfoco en un punto en mi visión y en mi mente y me reto a no descansar hasta llegar a él. En el primer tramo me funciona, luego mis piernas no me quieren responder y coloco el cambio en la velocidad menor que me permita continuar y no posar el pié en el suelo. Lucho y soy constante. Siento los latidos del corazón en mi garganta pero sé que lo puedo lograr. El sol es inclemente. El protector solar me incomoda pero es necesario. Estoy sudando a chorros. Me he venido quedando casi de último. Pero no he parado. Por fin veo el final del ascenso. Mis compañeros me animan y consigo ese último aliento para por fin coronar esta pequeña pero merecida cumbre, Lo logré.
Después de descansar un rato, reponer líquido y claro admirar el paisaje entre lo desértico y la playa, decidimos continuar. De aquí en adelante nos toca descenso pero con muchos baches y trincheras. A veces entramos en unas grietas en la que desaparecemos y tenemos que realizar los cambios para pedalear a fondo y salir victoriosos de esas fosas. Los cactus nos rodean. Hay que estar pendiente y no rozarles porque de verdad que no perdonan. También hay que tener mucho cuidado con un arbusto llamado "Guaritoto" que si lo llego a rozar podría ver al mismo diablo bailando break dance. Sería un buen instrumento para torturar a personas. Sigo en la ruta, evitando todos estos obstáculos para culminar felizmente. En ciertos momentos se abre un claro que permite relajarse un poco y nuevamente se estrecha el camino entre grandes cactus con sus extensos brazos. Ya son casi las 10 de la mañana y el calor no te da escapatoria. Nos detenemos bajo la sombra de un árbol que llaman Yaque. Hasta el mismo tronco es color verde. Vemos una Iguana atravesar el camino. Me percato que mi llanta perdió aire. Tengo un pinchazo. No es de extrañar en estos caminos llenos de espinas. Saco mi kit de reparación y reparo mi rueda.
Seguimos nuestra ruta. Nuestro objetivo es llegar a un pue,nte natural de piedra a la orilla del mar y cerca de un caserío de pescadores. Seguimos nuestro camino. A lo lejos escuchamos el ladrar de unos perros mestizos que vienen a nuestro encuentro, Esto nos indica que estamos cerca del caserío. Efectivamente, el contraste del brillo de unos techos de zing nos indica que hemos llegado al caserío. Los niños descalzos, con poca ropa pero con una sonrisa de felicidad que no se les cae aunque el sol les arda la cara, nos ven con asombro como si fuéramos astronautas de la NASA invadiendo su pequeño pueblito. Nos saludan con alegría y nos persiguen. Nos detenemos bajo un árbol de Guayacán el cual es generoso con su sombra. Los niños nos rodean. Compartimos con ellos parte de nuestros bocadillos energéticos y algunos de ellos fruncen el cejo, claramente no les gusta mucho el sabor. Todos reímos. Montamos nuestras bicicletas y nos dirigimos al puente natural. Allí nos sentamos en silencio a contemplar y escuchar el infinito mar azul turquesa.
Al poco rato seguimos rodando al Oeste. Nuestra próxima parada: La Playa de El Tunal. Queremos llegar para refrescarnos en el mar. Está a corta distancia. La ruta es un sendero amigable. Con una combinación de pasto y pequeños cactus que les laman "Sillas de Suegra". Ya vemos algunas sombrillas de bañistas que llegan en sus vehículos 4X4 y que desde temprano están disfrutando de la playa. Llegamos en grupo pedaleando con energía para sumergirnos en las cálidas aguas de Playa El Tunal. Apresurádamente me desprendo de mis pedales clips y comienzo a quitarme los zapatos, me deshago de mi Maillot, el short y salto al agua desesperado por refrescarme de ese abrazador sol. Me mantengo sumergido en la fresca temperatura del agua. Abro los ojos y veo como los rayos de luz atraviesan la transparencia del líquido salado. Ya cuando no puedo aguantar más la respiración, salgo a la superficie para ver a mis amigos retozando en el agua del mar. No tengo más que una sensación de felicidad y paz.
Después de secarnos un poco con el sol y de reponer el bloqueador solar y algo de agua. Continuamos el camino. Ya desde la playa se visualiza el camino de tierra que trae al lugar a los rústicos. Pasamos sin mayor dificultad el camino hasta llegar a la carretera de asfalto. Este trayecto es ya el retorno. Nada complicado por lo plano pero la brisa te juega en contra. Sientes como si 5 hombres estuvieran tratando de detener la bici mientras con las piernas luchas para no detenerte. Es una lucha frontal con el viento. Como para cerrar con broche de oro. Desde la salida al asfalto hasta la casa de Chila nos separan 8 kilómetros de lucha. Cuento las curvas. Ya me las conozco de memoria. Sólo faltan 4 para terminar y llegar al punto donde comenzamos. Son las 2 de la tarde. Ya necesito bajarme de mi pequeño corcel de aluminio, lo demanda mi trasero.
Por fin puedo ver la casa de Chila. Escucho la cotorra a lo lejos. Nuestros autos están esperando por nosotros. Chila nos espera con un café. Le damos una propina por cuidar nuestros vehículos, Nos despedimos con cariño no sólo de Chila sino de El Maguey. Una vez más nos retó con su abrazador sol y camino. Nuevamente nos honró con su majestuosidad. Satisfechos retomamos el camino de regreso a nuestras casas pensando cuándo volveremos.
La Isla de Margarita posee una importante infraestructura hotelera y prácticamente todos los servicios están a la mano. Actualmente para los turistas extranjeros resulta muy beneficioso venir a la Isla debido a que el diferencial cambiario les beneficia cambiando en lo que se puede denominar el mercado paralelo. Actualmente nos visitan mucho de paises fronterizos como Brasil y Colombia.
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