Que Bali es una de las joyas de Indonesia está claro. Que es una de las islas más turísticas del país, también, pero ¿Hay algo más en Bali que sus playas? La respuesta es sí, Ubud, en el corazón de la isla encontramos este maravilloso pueblo lleno de cultura, arte y arrozales que me enamoró como creo que enamora a cualquier viajero que pasa por allí y desde luego, no es para menos. Bali es la única isla de Indonesia con religión hinduista, recordemos que Indonesia es musulmana y este ambiente de cultura balinesa se respira en las calles de Ubud, llenándolo de color y magia, Ubud es especial.
Ubud es una llanura llena de rica vegetación y lo único que rompe ese contraste es el perfil del volcán Batur, sitio más que recomendable para ver el amanecer a 1.717 metros de altitud, es realmente increíble. Creo que es la única excursión que contraté en todo mi viaje de 3 meses por el sudeste asiático, ya que por uno mismo, es algo complicado de hacer y aunque no me gusta contratarlas, en este caso así lo hice. Me recogieron en el guest house hacia las 2 de la madrugada, con una minivan que iba pasando por diferentes sitios para recoger a más gente que como yo, habíamos decidido ir a ver el amanecer ese día. Iniciamos el trayecto hasta las faldas del volcán y una vez llegados al sitio (sobre las 3.30 am) nos dieron el, desayuno que consistía en dos pancakes de plátano, unos bollitos y una botella de agua.
Al acabar, nos asignaron a cada grupo de 3-4 personas un guía y nos pusimos a ascender el camino de unas 2 horas que nos llevaría hasta la cima del volcán. Los últimos días no había sido posible ver el amanecer por la niebla de cada mañana, pero ese día la niebla no existió. Tuvimos mucha suerte, no sólo por ver uno de los amaneceres más impresionantes que he visto nunca, sino porque esa noche además, era luna llena, por lo que el camino se podía hacer casi perfectamente sin linterna. Una combinación perfecta y un día que jamás olvidaré. Ya llegados a la cima, los monos nos esperaban, están bien adiestrados y saben que al llegar, la gente desayuna mientras espera el amanecer, así que ojo avizor se disponen a intentar saquear todo lo que pillan, si el humano hambriento está algo despistado. Anecdótica es la espera ya que aunque parezca imposible, existe un “mini bar” en lo alto del monte Batur, donde puedes tomar café calentito, té recién hecho… eso sí, prepárate a pagar 4 veces más que en otro sitio, pero es obvio, los locales que disponen este servicio han de subir y bajar cada día con todos los cachivaches para que tú puedas disfrutar de ese momento tan especial a 1.717 metros de altura. Sin duda, una experiencia más que recomendable para todos aquellos que pasen unos días por Ubud.
Paraíso mundial del Yoga por excelencia, podrás encontrar a gente de todos los rincones del mundo que van allí a practicar este deporte. Existen diferentes espacios donde además de practicar yoga, puedes disfrutar de increíbles animaciones típicas balinesas, el Yoga Barn es uno de los sitios más de moda en la ciudad y allí podrás conocer a gente con tus mismas inquietudes o disfrutar de una increíble cena mientras esperas el espectáculo o uno de los tantos cursos que imparten. Eso sí, a las 19.30 cierran cocina, los horarios en el sudeste asiático son diferentes.
Las calles de Ubud están llenas de templos típicos balineses, tiendas de artesanía, de librerías, de restaurantes originales y con comida excelente, porque si en algún sitio se come bien, desde luego es aquí. Paraíso para los vegetarianos, veganos y crudiveganos, pero también para los que no lo son. La oferta gastronómica es realmente impresionante. Desde muchos de estos restaurantes (warungs) puedes tener unas vistas magníficas de los campos de arroz, disfrutar de un exquisito atardecer o compartir mesa con gente que ni conoces, pero que a los 5 minutos ya forman parte de tu grupo de amistades. Recuerdo el día que decidí probar un restaurante que me habían recomendado de comida crudivegana (que por cierto el menú ocupa más de 10 hojas, a cada plato más increíble que el anterior), estaba con dos amigas y de repente empezó a llover con gran intensidad. Tuvimos que meternos bajo techo pero todas las mesas estaban ocupadas, así que no hubo más remedio que compartir y así lo hicimos, nos sentamos con un chico holandés que estaba solo. A los 10 minutos, y sin apenas haberte dado cuenta de la situación, éramos más de 10 personas en la mesa, 1 guitarra, una cantante de ópera y el resto que animábamos el show como podíamos. Esto es Ubud.
Otra de las mejores cosas con las que me quedo es su mercado (Pasar Seni), soy adicta y enamorada de ellos y no lo puedo remediar, este en sí, tiene mucho encanto. Aquí puedes mezclarte con la gente local, observar cómo es su día a día, reír con ellos, sentarte a tomar un zumo con la chica que te los prepara siempre con esa sonrisa en la cara que hace de Asia, el continente más especial. Entre las calles encrucijadas del mercado y sus dos alturas, puedes encontrar miles de especias, sarongs de todos los colores, formas y dibujos, souvenirs, frutas, verduras y todo lo que te puedas imaginar. Puedes pasarte horas y horas visitando cada puestecito y estoy segura de que nunca te cansarías, es un muy buen plan para pasar una mañana de calor, bajo un techo que te proporcionará sombra y, por supuesto, para comprar los regalos de última hora a precios más asequibles que en las tiendas de las calles principales.
Pero sin duda alguna, lo mejor de Ubud es su gente, ellos hacen que este sitio sea especial. Repetiría una y mil veces y creo que nunca me cansaría de visitar este rinconcito de Indonesia que enamora a cualquiera que pone el pie en sus calles.