Brujas es una pequeña ciudad a una hora en tren de Bruselas, Bélgica, que me enamoró desde que me bajé del tren por sus colores, sus paisajes y sus calles. Parece sacada de un cuento de hadas, con sus calles angostas y curvas, sus edificios que te hacen sentir en una historia medieval y sus múltiples canales y puentes. Nos dieron un mapa hecho por locales y comenzamos nuestro recorrido pasando por algunos de sus lugares más emblemáticos, como el pub más antiguo, abierto desde 1515. Con un día para visitarla es suficiente y no necesitas ningún medio de transporte más que tus propios pies; también se puede tomar un paseo en bote por sus numerosos canales llenos de cisnes y patos.
Es una ciudad llena de edificios de colores distintos, con muchas calles que te llaman a perderte para encontrar cosas aún más maravillosas que las anteriores; en otoño se tiñe de tonos verdes y cafés que la hacen parecer una pintura. Un imperdible acá son las papas fritas, catalogadas como las mejores de toda Europa y no puedes dejar de comprar chocolates en alguna de sus múltiples tiendas. Lo ideal es abrir bien los ojos y no perderse ningún detalle de este mágica lugar, del que todos terminan enamorándose.