Tomé un pasaje en avión de ida y vuelta, estaría un mes en San Pedro de Atacama, visitando a mi hermano, quién me había insistido en que viajara al norte de nuestro país, me contaba de sus maravillas y de lo bien que la podía pasar ahí. Fueron unas vacaciones obligadas en cierto sentido, el financiamiento del proyecto donde trabajaba se había acabado, así que estaba sin trabajo por lo pronto. También resultó ser complicado tomar la decisión, uno de sus argumentos era “vas a ser periodista toda la vida, por qué no te das este descanso ahora que puedes?” tenía mucho sentido. Él mismo me fue a buscar al aeropuerto de Calama y cuando íbamos llegando al pueblo me dice que tenía que bajarme con cierto pie del bus, para que no me “atrapara”, claramente no le presté mucha atención y tampoco creo que ese detalle haya influido en que ese viaje de placer de un mes se transformara en una experiencia de vida de seis meses. Aquí les cuento qué pasó en el camino.
Lo primero que vi al llegar a San Pedro de Atacama fue un atardecer hermoso, rápidamente me apresuré a sacar mi cámara para registrarlo, mi hermano me dijo “avancemos que aquí los ves siempre así” y no era mentira, los atardeceres suelen ser hermosos, con colores muy fuertes y lindos arreboles. Ya comenzaba a gustarme. Después de dejar mis cosas salimos a recorrer, una de las calles principales es Caracoles, estaba llena de personas, turistas, otros que están trabajando por un tiempo ahí, nortinos, etc, una gran fauna con movimiento y buena onda. La primera parada fue el Chelacabour y no es por hacerle promoción, pero es el único lugar de San Pedro en donde puedes tomarte una cerveza sin tener que pedir algo para comer, pues el Municipio tiene una entrega de patentes muy restringida. Ahí se ve la dinámica de pueblo, donde casi todos se conocen y saludan en la calle.
Los días se hicieron cortos y pronto me busqué un trabajo, tarea no muy compleja en un pueblo donde los y las trabajadoras muchas veces están un tiempo corto, es una parada para juntar dinero y luego seguir viaje. Tampoco es difícil hacerse de nuevas amistades, personas con intereses comunes, principalmente pasarla bien y conocer nuevos lugares. Mis primeros paseos en grupo fueron a la laguna Cejar, lugar impresionante, donde no es necesario ir al Mar Muerto para poder flotar, el recorrido fue en bicicleta, al regreso nuevamente un atardecer hermoso con la luna asomada entre los volcanes. Por este mismo medio de dos ruedas recorrí muchas partes, como por ejemplo el Valle de la Luna, que sorprende por sus formaciones rocosas y parajes dignos de película de ciencia ficción, también la Garganta del Diablo, el Valle de Catarpe y un fantástico descenso que hicimos tras recorrer la Quebrada de Guatin*, lugar que sorprende por su vegetación y pequeñas cascadas que acompañan el sendero.
Me faltaron muchos lugares por conocer, pero la dicha de tomar una bicicleta y salir a recorrer en cualquier dirección, en donde a pocos metros te encontrarás con una paz absoluta, es impagable. Así como también encuentras a muchas personas que quieren compartir buenos momentos, salir, hacer vida social, bailar…Todo lo que necesites puede estar en San Pedro de Atacama, un territorio realmente mágico, donde el aprendizaje está presente a diario, donde se puede conocer a gente de diferentes países y culturas, donde los cielos son limpios y las noches estrelladas están llenas de estrellas fugaces, llenas de deseos, de ganas de vivir.
A mí me pasó con este pueblo nortino, San Pedro de Atrapama le dicen porque la historia es conocida, dicen que el pueblo trata bien a quienes quiere que se queden, así me y a ti te puede pasar con cualquier lugar, lo importante es dejarse llevar y disfrutar el momento. Porque todo viaje te deja enseñanzas, aparecen en ciertos momentos y está en nuestras manos cometer una “locura” y escaparse por un tiempo de la rutina, el ajetreo y el desgaste que trae consigo vivir en la ciudad.
En esos seis meses estuve en muchos sitios donde mi imaginación se quedó corta, conocí a personas que se transformaron en mis amigos hasta hoy y descubrí la adictiva libertad a la que podemos optar de vez en cuando y sólo renunciando a pequeñas cosas. Creo que abrir nuevos horizontes es un desafío que hay que tomar para lograr enriquecer el alma.
*Uno de los tours que recomiendo es ir a la quebrada de Guatin, especialmente con Apacheta, pues luego de recorrer el sector durante dos horas se realiza un descenso en bicicleta (de 20 kms) hasta el mismo pueblo. Maravilloso.
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