No sé lo que debe sentirse al llegar a la cima del Everest. Lo único que sé es que llegar a una cima siempre es importante. Cuando llegamos a esta, a 4 mil metros sobre el nivel del mar, todos lloramos, y nos abrazamos.
El Descabezado Grande, en la cordillera de la Región del Maule no fue muy amable con nosotros. Es difícil, es duro, la piedra pómez es extremadamente cansadora, pero cada vez que recuerdo ese momento en que casi sin aliento alcanzamos el cráter del volcán, y la olla de más de un kilómetro de diámetro nos saludó, una breve y fresca brisa de montaña me llena de alegría.
Nos sentamos en un borde del cráter, mirando al vacío, al lado de esa cruz metálica que dice “El amor a la montaña es más fuerte” y acompañados de unas coloridas banderas tibetanas de oración que reconfortaron nuestras plegarias y buenos deseos. Al final, no importa cuánto demoramos en llegar arriba, lo importante es que llegamos a la cima. El paisaje es indescriptible y la sensación de estar en el mero cielo… ¡tienen que vivirlo!