Cuba era uno de los destinos que tenía muchas ganas de conocer. Así que cuando se dio la oportunidad no lo pensé dos veces. El destino de este viaje sería La Habana y Varadero, pero debo admitir que me enamoré de la capital de esta isla. La Habana es un lugar tremendamente interesante, lleno de historia y cultura.
Como tip para quienes tengan programado un viaje pronto a Cuba, es que hay que viajar con euros, nunca con dólares. El cambio no favorece y además tienen un impuesto, por lo que el euro es la única alternativa. Ahí se cambian CUC, un peso cubano que usan los turistas, distinto del peso cubano en el que los isleños hacen sus transacciones.
El malecón es un imperdible, ya que puedes recorrer bastante tramo caminando por la costanera, mirar La Habana vieja y conocer de cerca la vida en la isla. Hay que prestar atención, eso sí, porque al turista se le reconoce con mucha facilidad, y probablemente los viajeros serán acosados por muchas personas ofreciendo tours en bicicleta, cocotaxi, a pie, y lo que imaginen. Si deciden recorrer La Habana por su cuenta, tendrán que armarse de paciencia.
La Plaza San Francisco de Asís, el Capitolio y el Monumento a la Revolución son sitios imperdibles. Aunque para mí, lo mejor, fue perderme en las callecitas de La Habana Vieja, ir al mercado de los artesanos y descubrir atractivos como la Cámara Oscura donde, a través de un juego de espejos, se puede ver toda la ciudad en tiempo real. Además, sólo con subir a la sala donde está la cámara, es posible disfrutar de una hermosa y amplia vista a La Habana. También hay una serie de edificios que, antes de la Revolución, fueron hoteles de cadenas internacionales y fábricas de grandes empresas, hoy convertidos en edificios gubernamentales y departamentos sociales improvisados.
Si bien estuve sólo un par de días en La Habana, antes de partir a Varadero, es una ciudad que merece varios días más para recorrerla, conocerla y disfrutarla a cabalidad.