En La Paz, Bolivia, todos hablan de “Rurre”, un pueblo formado por doce calles y 15.000 personas que aseguran que ahí está la mejor fiesta de la patria de Evo, y vaya que tienen razón, porque, aparte de comprar ahí la última comida envasada antes de entrar a la Selva del Amazonas por el lado sur, pasé la noche previa al safari escuchando historias en todos los idiomas y dialectos en el Bar Moskkito, además de atravesar el tiempo y el espacio con la ayuda de un variopinto de yerbas autóctonas.
Ya bendecida y acompañada por un grupo de israelíes capaces de jurar que estaban en el paraíso, caminé hasta La Guarida del Lobo (sí, se llama igual que el cuartel de Hitler donde sufrió el atentado conocido como Operación Valkiria), el hotel de, según cuentan, un ex agente de inteligencia. Allí, el octogenario disfruta contando sus historias del Cercano Oriente y la selva en el edificio que no tiene puertas ni ventanas, es decir, solo posee los agujeros, porque la tibieza y la humedad del aire impiden dormir de otra forma, pero cuenta con cortinas para momentos de privacidad.
Además, Lobo, quien nunca dice su nombre, solo se refiere a sí mismo como Zimmerman; guarda las únicas reservas de Etiqueta Roja y Amarula a orillas del Río Beni, de cuyas aguas, con apenas un pedacito de pan como anzuelo, pude sacar peces de más de diez kilos, asegurando la comida para un par de días. Sin embargo, me recomendaron no meter las manos al agua porque hay pirañas y, algunos kilómetros río arriba, los jaguares nadan majestuosamente.
Madidi Jungle Ecolodge, empresa de turismo medioambiental premiada por TripAdvisor y sugerida por Lonely Planet que, por alrededor de US$100, te interna en la reserva natural del mismo nombre con guías nativos capaces de tomar anacondas y jugar con caimanes. En el recorrido, si andas con suerte, puedes ver jaguares, tucanes y sereres, siendo estos últimos unos pájaros autóctonas que, según cuentan, convivieron con los dinosaurios, aunque si no los ves, al menos podrás contar que estuviste en un bosque donde se concentra el 40% de las especies de la Tierra.
Asimismo, si te accidentas —en una caída me saqué tres huesos del pie derecho—, los lugareños no creen en la medicina tradicional, por lo que te llevan a curanderos que me hicieron sentir como en Avatar gracias a sus aguas, inciensos y bendiciones, junto con dejarme caminando en un par de horas.