El registro fragmentado de una ciudad cultural literaria europea, que posee la librería más antigua del continente, donde se parte el viaje al Museo Auschwitz Birkenau. Una ciudad que convive con la historia universal y donde el turismo está muy lejos de ser algo superficial.
En 1947 luego del retiro de las tropas alemanas de Polonia, con una ley del Parlamento polaco, se fundó el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau sobre dos extensiones aún conservadas del mayor campo de exterminio hitleriano (Auschwitz I y II- Birkenau). En 1979 fue inscrito en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO. Uno de los íconos de Auschwitz fáciles de reconocer es la inscripción “Arbeit mach frei” (el trabajo te hará más libre) que es se encuentra encima de la entrada principal al museo y “la puerta de la muerte”, por la que llegaban los trenes de gente deportada.
La ciudad que alberga al campo de concetración Auschwitz es Oświęcim, nombre polaco de la localidad que se encuentra a unos 60 km de Cracovia desde donde se puede llegar fácilmente en tren o autobús que salen desde la estación central de trenes y autobuses Kraków Główny. El viaje desde Cracovia al museo dura cerca de una hora y media. El Museo ofrece durante todo el año (excepto el día 1 de enero, Domingo de Pascua, 25 de Diciembre y durante visitas oficiales de jefes de estado) visitas regulares diarias en español. En temporada baja, desde el día 1 de Noviembre y hasta el día 31 de marzo, las visitas en español empiezan a las 12.30 horas.
Si no se llega a la hora para una visita en español o inglés, se puede transitar en soledad y así caminar y/o evitar los espacios que uno quiera. En Auschwitz I, se encuentran el edificio donde se ubicaron los primeros crematorios y las cámaras de gas. En el interior de éstas, el frío cala todos los poros y espacios del cuerpo, hasta las sienes. En el techo se encuentran los orificios por donde se introducía el gas Ciclón B, que hasta el año 41 fue un exclusivo gas utilizados para la desinfección. Entre agosto y septiembre el Ciclón B se aplico primero de forma experimental y luego de forma rutinaria. A causa de la fácil volatización y la posibilidad de envenenamiento, se suministraba en latas de metal herméticas.
Cracovia es un buen punto de salida para realizar las excursiones de un día al campo de concentración nazi Auschwitz-Birkenau. La ciudad está situada a 43 km al oeste del museo y fue la menos afectada por la destrucción y los bombardeos que en su momento afectaron a la capital Varsovia, además fue el “refugio” ideal para muchos intelectuales polacos. Esta ciudad está considerada como la cuna de la cultura polaca, se convirtió más que nunca en una mixtura de poetas y escritores. Hasta hace unos años, todavía era posible pasear por la ciudad vieja y encontrarse con la premio Nobel Wislawa Szymborska (1923-2012), y con intelectuales de la Universidad Jaguielónica de Cracovia.
La UNESCO declaró a Cracovia Ciudad de la Literatura, además de la escritora Szymborska la ciudad albergó otro premio Nobel; Czeslaw Milosz y fue la primera ciudad polaca en editar un libro. Cracovia además fue la capital cultural europea en el año 2000, y actualmente se vive la literatura y el turismo cultural. Al contemplar la plaza del mercado o también llamada Rynek, (parecido en lo geométrico a la Plaza de Bruselas o la Piazza San Marco en Venecia) se puede encontrar carrozas con hombres vestidos de época, escuchar la campana de la iglesia Santa María cada una hora religiosamente y rodearse por La Lonja de Paños, un edificio emblemático donde hay un pequeño mercado de artesanías. Además en Cracovia se encuentra la librería más antigua de Europa; la librería Matras (funciona desde 1610), que también tiene una sucursal en el centro comercial Galería-Mall Krakowska, al lado de la estación de trenes y buses Kraków Główny.
La misma estación que tiene salidas internacionales a Praga, Budapest, Viena, Sofía Bucarest, entre otras, y donde los trenes se detienen en estaciones con paisajes rurales y rocosos. Una de las estaciones obligadas donde pasa el transporte es Katowice, donde se hace cambio de andén y donde Henryk nació en 1926. Luego, ya adulto, sirvió en una congregación de Testigos de Jehová. El viejo Henryk sigue su vida a pesar de todo su dolor a lo largo de su vida, “me siento dichoso de poder disfrutar a diario de la compañía de esta maravillosa familia. Mi salud se ha deteriorado con los años y en ocasiones me hace sentir como un águila cansada que tiene que dejarse llevar por el viento”.
La estación de Katowice es un lugar donde muchos Testigos de Jehová circulan a diario, Raquel de 15 años que habla un español casi perfecto, pasa su tiempo libre 2 o 3 veces por semana a conversar con extranjeros en la estación, además de asistir al bachillerato en Mikolow, una ciudad fronteriza a 20 km. Raquel es rubia, delgada, pequeña, habla despacio y suave, a su edad ya visitó Auschwitz, un lugar conocido por obligación por todos los jóvenes polacos en edad adolescente
A pesar que la historia universal cae en los hombros de Polonia, Cracovia se erige como una superviviente, increíblemente guarda en todos sus rincones un pedazo de bulla y de murmullo. En ningún sitio habría sido tan difícil olvidarse del mundo. La ciudad no rechaza, a pesar del endurecimiento del corazón que se padece el situarse en el Museo de Auschwitz- Birkenau o caminar por la plaza del mercado en los inexistentes meses de primavera que son engañados por el otoño. Al margen de la demasía de los hechos, las amputaciones individuales de Cracovia y sus alrededores, pueden compensarse con la literatura. Pues ninguna jornada es olvidable.