Considerando que Ámsterdam es una ciudad donde se permite acceder sin la ilegalidad que rodea en gran parte del planeta al consumo de marihuana y la prostitución, su turismo a partir de la mezcla cultural que incluye historia, manifestaciones artísticas, coffee shops y barrio rojo es imparable. Por esta razón se hace necesario un sistema de movilización que responda a la cantidad de visitantes que a diario acceden a la capital holandesa, lo que sin duda logran a la perfección. Así el transporte público compuesto por tren, metro, tram, bus y ferry cumple con las necesidades de los pasajeros. Sin embargo a pesar de la adecuada planificación vial, la bicicleta es el medio de transporte más utilizado en esta ciudad.
Conocí Ámsterdam y la cantidad de bicicletas me dejó loca.
Recorriendo varias ciudades del viejo continente siempre pensé que exageraban con la capital de Holanda y las bicicletas, ya que en la mayoría de los lugares que he podido ir el uso de este práctico vehículo de dos ruedas es bastante y en todas esas ciudades se debe andar con cuidado, ya que es muy peligroso caminar sin mirar por donde éstas avanzan o subirte en una y no seguir las leyes del tránsito que te corresponden como conductor. Y por supuesto que para una usuaria constante de este tipo de transporte en Chile donde no se respeta a quienes pedalean, verlas por todas partes es un encanto.
Pues bien, explicado lo anterior, a mí no me iba a sorprender la bici en Ámsterdam. ¡Que mentira más grande! Si bien no me asombró la cantidad en movimiento y el “armado vial” del lugar -ya que esa parte es similar en Europa- es impresionante la cantidad de bicicletas estacionadas que hay por absolutamente todas partes. Nos dijeron que se calculan tres bicicletas por habitante, los que a su vez son 1.200.000 aprox. Así que pueden imaginarse el desorden.
Nunca pensé que diría algo así, pero me molestó que hubiera tanta bicicleta. Una contaminación de fierros inmensa, feo a la vista e incómodo e irrespetuoso para quien no anda en una. Ya que la prioridad por sobre el peatón y todo medio de transporte, por supuesto que es la bicicleta. Por lo tanto olvídese de cruzar la calle -aunque tenga preferencia- y que venga una, porque el timbrazo lo sientes de frente y si no quieres ser atropellado y recibir gritos, sólo tienes que correrte rápidamente porque si algo no hacen ellos, es parar.
La ecología pro dos ruedas creo que sólo se logra en parte, pues es cómodo andar en ellas, no tener que pagar por estacionar, poder ir a comprar y moverte donde quieras sin tener que depender de horarios de traslado, pero también se genera la contaminación de los canales, ya que según cuentan sus habitantes, la cantidad de robos es bastante y cuando los ladrones no logran venderlas rápido, las tiran en ellos. Por lo que cada un promedio de seis semanas el municipio limpia las aguas de bicicletas lanzadas.
Pero bueno, no todo es negativo. Si bien el centro es una locura de bicis estacionadas por todos lados, se debe reconocer que al alejarse de este es bastante cómodo pedalear paseando al borde de los canales y cruzando sus antiguos puentes bajo la sombra de los árboles plantados a su alrededor.
Visitar esta revuelta ciudad es una experiencia única y cada persona debe generar su propia opinión al respecto. A pesar del enredo ciclístico, para mí fue encantadora. Es un lugar bonito, urbanísticamente, muy armado, con las indicaciones necesarias para arrendar bicicletas de paseo individuales o dobles, carros y también para tomar bici-taxis que cobran entre 10 y 20 euros por el recorrido.