Una vez, paseando por la librería El Ateneo de Buenos Aires, descubrí que existía el Ecocentro de Puerto Madryn, Argentina. Me llamó la atención que promocionaran el lugar como un santuario natural: había ballenas, toninas, pingüinos y parecía ser un paraíso. Apenas tuve la oportunidad, no lo pensé dos veces y fui. Llegar allá no es tan simple. Me fui a Coyhaique en avión, donde me encontré con una amiga con quien seguí el viaje. Ahí tomamos un bus a Comodoro Rivadavia,y al día siguiente tomamos otro bus a Puerto Madryn.
El verano en Madryn es caluroso. Hacían unos 36°C, y algo lográbamos capear en la playa. Disfrutamos de largas caminatas y de días súper agradables. Lamentablemente, febrero no es temporada de ballenas, las que se avistan con bastante facilidad entre marzo y diciembre. En febrero sí es posible avistar toninas y los pingüinos magallánicos en grandes- realmente grandes – cantidades.
Para esto tomamos dos tours distintos. Para ver a las toninas nos embarcamos en unos ‘gomones’, botes semi rígidos, hechos de un material que no daña a los animales en caso de que tengan contacto con ellos. Lo primero que te explican es que, por supuesto, las toninas no son un show. Somos nosotros quienes vamos de ‘visita’ a su casa, por lo que podríamos perfectamente no ver ninguna. Ese día tuvimos suerte y vimos cuatro que, no sólo se mostraron con facilidad, sino que también jugaron con el bote, regalándonos largos minutos de paseos y saltos.
Un par de días más tarde decidimos ir en busca de los pingüinos magallánicos. El tour nos lleva a Punta Tombo, a 170 kilómetros de Puerto Madryn. Como en el caso de las toninas, el cuidado con los pingüinos debe ser total. Los visitantes debemos cederles el paso en los senderos, dándoles siempre la preferencia. Si bien está prohibido tocarlos, los pingüinos se han acostumbrado a la presencia humana, por lo que no se asustan si te acercas un poco, lo que permite mirarlos con detención y fotografiarlos si quieres.
A pesar de que está lleno de turistas, si te das el tiempo de mirar con calma, podrás disfrutar de algo único. Puerto Madryn es verdaderamente un paraíso para quienes disfrutan de la naturaleza y los animales y me alegra saber que existe mucha preocupación por preservar su hábitat e intervenir en su vida lo menos posible. Sólo tengo buenos recuerdos de este viaje y espero con ansias la oportunidad de volver en temporada de ballenas.