Está de más decir que nuestra familia siempre influye mucho en la forma en como nos desenvolvemos frente a la vida. En mi caso, mi papá trabajaba en el rubro forestal y mi mamá sólo en empleos temporales, entonces se dio la situación perfecta para viajar por el país. Sin sofás ni comedor, sólo una camioneta y las cosas que pudieran llevarse arriba de ella. Generalmente era sólo un par de camas, bolsos con ropa y una radio chica. De hecho siempre me cuentan que al nacer, a la semana íbamos viajando más de 13 horas, de Talcahuano a la isla de Calbuco. Donde mi papá había encontrado un nuevo empleo.
(En la foto, viviendo en Coelemu)
Vivir de manera nómade, tiene sus ventajas y desventajas. Entre lo mejor, puedo destacar que te enseña a ser feliz con muy poco. Recuerdo cuando vivíamos en Licantén y mi mamá cocinaba en un anafre eléctrico, donde una cazuela se demoraba dos horas en hacerse. Aprendí lo hermoso de conocer, de estar en constante movimiento, de no estancarte en nada. Como en esos años, la educación pre-escolar no era obligatoria, mis padres me enseñaron a leer en casa, rodeada de silabarios y cuentos de Horacio Quiroga, lo que fue súper beneficioso, ya que a la hora de entrar al colegio, me salté el kinder y pasé a primero básico altiro, también potencia la personalidad, el sólo hecho de plantarte frente a 40 compañeros nuevos cada año, fortalece tu actitud y te transforma en alguien bastante extrovertido.
(Foto desembocadura de Hualpén)
Sin embargo, también tiene sus contras, al haber estudiado en más de siete ciudades (Cabrero, Licantén, Arauco, Talcahuano, Chillán, Calbuco, Coelemu, entre otras donde pasé menos de un año), cuesta mucho encontrar amigos, gente en la que realmente puedas confiar. Así nos transformamos en una manada solitaria. Mis viejos y yo, frente al mundo, nadie a quién pedirle una tacita de azúcar o con quien compartir más allá del saludo cordial. También está el tema de las raíces. Desprenderse de todo cada cierto tiempo e irse con poco a una nueva aventura a veces también agota. Sobre todo cuando mi madre se dio cuenta que ya no era tan joven y que el desgaste empezó a hacer mella en ellos. No tener la estabilidad de un hogar propio, las variaciones del trabajo, el hecho de sentir que no se pertenece a ninguna parte, también son puntos a considerar, la falta de familiares en un entorno cercano también pesa.
(Con mi padre en playa Maule, Coronel)
Cuando entré a la Universidad, volví a Concepción, que es de donde provengo realmente. Y si bien, en algunos momentos me ahogo en la ciudad, y siempre tengo un margen de tiempo para escaparme, ya sea mochileando o planeando viajes con mis amigos o padres, es mi lugar. Ya llevo siete años acá, pero vuelvo a sentir esos deseos de irme, a veces los adictos a viajar, tendemos a escaparnos de los problemas, y son algunas de las cosas que esta vida nómade traspasará a mi futuro. No pasa un día, ni un momento, en que no añore estar viajando, conociendo nuevos lugares, abrazando arbolitos en bosques sin nombre.
¿Ustedes tienen alguna experiencia frente a este tema?